Hago fotos por encima de mis posibilidades. Porque creo que parando ese momento consigo retener el tiempo, paralizarlo y frenarlo. Como si al disparar, matara al señor que le da a la manivela de los minutos. “¡Párate, por favor!”
La velocidad de la vida me espanta. Es mi única preocupación estos días, contemplo todo con la sensación de que es finito, caduco. No hay nada inmarcesible, ojalá. Pero en ese momento en el que, por ejemplo, grabo a mi madre cantando una canción creo que la hago eterna. Sin embargo, no lo es. Me engaño.